El acuerdo entre la Unión Europea (UE) y Mercosur, área comercial que agrupa a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, es uno de los acontecimientos más relevantes en la escena política internacional del ultimo tramo de este año 2024, cerca ya de acabar. Con este acuerdo comercial, la UE trata de demostrar su fortaleza como proyecto colectivo y como punta de lanza de la apuesta por el multilateralismo y la apertura de fronteras, en un contexto muy difícil a nivel mundial, en el que, previsiblemente, Estados Unidos, con el gobierno de Trump, está a punto de convertirse en el adalid del proteccionismo, dirigiendo la mirada hacia dentro –“America first”-, imponiendo los aranceles en las relaciones comerciales, entre otros cambios a la vista respecto a la administración Biden.

También, con el acuerdo, la UE envía una señal a las potencias comerciales de que es un actor relevante a nivel mundial y que su papel en Latinoamérica, con la que nos unen históricamente nuestra apuesta común por la democracia y muchos lazos históricos y culturales, es importante; mensaje del que, sin duda, tomará nota China, un gigante comercial cada vez con más presencia -e intereses- en los países de América del Sur.

Desde una perspectiva más europea, el acuerdo beneficia también a las empresas de la UE que exportan a los cuatro países de Mercosur, 30.000, de las cuales, cerca de un tercio, son españolas, muchas de ellas de pequeño y mediano tamaño.

Las magnitudes del acuerdo son verdaderamente significativas: entre los 31 países involucrados, suman más de 780 millones de habitantes, y los intercambios comerciales entre los dos socios alcanzan los 110.000 millones de euros, con una balanza comercial ligeramente positiva para la UE (55.700 millones de euros de las exportaciones a Mercosur, por 53.800 millones de euros de las importaciones procedentes de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay).

El principal objetivo del acuerdo es la eliminación de aranceles en el comercio de bienes y servicios entre la UE y Mercosur. Las previsiones desde la perspectiva europea apuntan a un ahorro en aranceles de unos 4.000 millones de euros anuales.

Pero hay más cosas. Una de ellas, muy importante es el compromiso que ha conseguido la UE de Mercosur, de cumplir los objetivos del acuerdo de París sobre cambio climático y para conseguir frenar la deforestación del Amazonas de aquí a 2030. Estos avances refuerzan, sin duda, el papel como actor global de la UE en la geopolítica del siglo XXI. Una excelente noticia.

Descendiendo al detalle de las implicaciones para el sector agroalimentario, el acuerdo tiene luces y sombras, pero, desde mi punto de vista, más luces que sombras. Algunas de aquellas son que productos como el vino, las bebidas espirituosas, el aceite de oliva, frutas, carne de porcino, la bollería o el chocolate van a ver reducidos gradualmente sus aranceles para entrar a Mercosur. Para el queso, particularmente, el acuerdo prevé una cuota de entrada de hasta 30.000 Tn libres de aranceles. En resumen, hasta el 93% de las líneas arancelarias europeas en el sector agroalimentario podrán entrar en el mercado de los cuatro países de Mercosur, sin aranceles. También el acuerdo reconoce 350 indicaciones geográficas europeas en Mercosur, lo que impedirá las imitaciones y dará más protección y valor a los productos europeos.

Algunas sombras. Es cierto que los costes de producción (mano de obra, condicionantes sociales e, incluso, ambientales) son más bajos en los países de Mercosur y esto hará que algunas materias primas entren a precios más reducidos que actualmente. No obstante, la UE ha puesto algunas medidas de salvaguardia, como que el 18% de las líneas arancelarias de las exportaciones agroalimentarias de Mercosur a la UE seguirán teniendo aranceles y, en los sectores más sensibles, carne de vacuno, aves de corral, azúcar o arroz, se establecen cuotas para las importaciones procedentes de Mercosur, en algunos casos con aranceles reducidos (caso de la carne de vacuno, derechos arancelarios preferentes del 7,5% para 99.000 Tn) y en otros con arancel cero (180.000 Tn para las aves de corral sin aranceles). Las cantidades incluidas en los contingentes o cuotas para estos productos sensibles representan un porcentaje muy bajo sobre el consumo total europeo (por ejemplo, un 1,6% del mercado de la carne de vacuno o un 1,4% del mercado de las aves de corral en la UE) y muy por debajo, además, de las cantidades que, actualmente, se importan ya desde Mercosur.

Por otra parte, serán de obligado cumplimiento para todos los productos importados -como lo son ya- las normas de seguridad alimentaria en vigor en la UE. Otra salvaguarda -con repercusiones ambientales muy urgentes- es la prohibición, a partir de finales de 2025, de la entrada en la UE de productos obtenidos con la deforestación del Amazonas, como puede ser la carne de vacuno o la soja.

A pesar de que la Comisión Europea cuenta con más de 1.000 millones de euros para ayudar a los sectores agrícolas que pudieran verse afectados negativamente, conviene no olvidar que una de las reivindicaciones de las tractoradas de los agricultores y ganaderos de este último año era el establecimiento de las denominadas cláusulas espejo, es decir, exigir a los productos que entran en el mercado comunitario, los mismos requisitos que se exigen a los productores europeos. Es cierto que el acuerdo no entra en algunas cuestiones y habrá que estar muy vigilantes para que se cumplan los derechos humanos en las relaciones laborales, entre otras cuestiones, pero el acuerdo supone avances importantes en los objetivos ambientales, que atraen a los países de Mercosur a los objetivos de lucha contra el cambio climático de la UE. Y esto hace que el acuerdo sea extraordinariamente relevante.

El Tratado debe pasar ahora la aprobación del Parlamento Europeo y del Consejo (aquí, con la mayoría cualificada, del 55% de los Estados Miembros -EEMM- y el 65% de la población). No será fácil, pero si el Tratado consigue el apoyo del Parlamento y el Consejo, el acuerdo estrictamente comercial no tendrá que ser ratificado individualmente por los 27 EEMM -sí aquellas cuestiones no comerciales en las que los EEMM tienen competencias-, y podría entrar en vigor relativamente pronto.

Algunos países como Francia ya han manifestado su disconformidad con el Tratado y su intento de alcanzar la minoría de bloqueo en el Consejo, lo que podría hacer descarrilar el acuerdo.

Avances como este son siempre muy complejos, pero suponen un fortalecimiento de la UE como actor en el contexto económico y geopolítico mundial. Hay desajustes que afectan al sector agroalimentario que no debemos olvidar -los daños colaterales, si los hubiere, deberán compensarse. Habrá que estar alerta- pero acuerdos como este son en general beneficiosos para los consumidores y las empresas europeas, también las agroalimentarias.

Y hacen que la UE siga siendo un ejemplo de proyecto colectivo -que defiende los mejores valores y apuesta por la democracia, los derechos humanos o la lucha contra el cambio climático- que tiene, cada vez, más peso en el mundo.

Font: Q.com