Después de casi tres años de la entrada en vigor del RD 306/2020 sobre la ordenación de las explotaciones porcinas y del estudio de su redacción, observamos que la repercusión y orientación de esta normativa está siendo incluso mayor de la esperada. El texto incluye diferentes interpretaciones en varios de los aspectos más relevantes para un sector estratégico dentro del sector agrícola y ganadero, con una notable importancia económica, social y medioambiental.
Carlos Parrado Abad. Graduado en Ingeniería Agroalimentaria y del Medio Rural por la Universidad Politécnica de Valencia. Secretario del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Agrícolas y Graduados de Valencia y Castellón (COITAVC).
El 1 de enero de 2023 entran en vigor algunos aspectos que implican modificaciones de envergadura en el proceso de la gestión de los purines para las granjas porcinas. Si no hay cambios de última hora, se espera una transformación profunda de este sector, ya que a la coyuntura inflacionista actual habrá que añadirle una inversión considerable para adaptarse al nuevo real decreto que rige el sector, y no todas las explotaciones estarán en disposición de poder cumplir con la normativa, aunque tengan intención de hacerlo.
Que el sector porcino supone el 1,4% del PIB nacional y el 14% del Producto Interior Bruto Industrial son solamente cifras económicas, al igual que representar el 39% de la Producción Final Agraria de España. De igual modo, ser el segundo productor europeo, por detrás Alemania y situarnos en cuarta posición a nivel mundial en la producción de carne porcina, solamente por detrás de China, EEUU y Alemania, supone estar compitiendo con países de primer nivel.
Por otra parte, el valor social de la producción de ganado porcino, pese a no tenerlo cuantificado, también supone un valor añadido de gran importancia. Hay que tener en cuenta que buena parte de esta producción se localiza en áreas rurales con graves problemas de diversificación económica y despoblación que, sin lugar a duda, comprometen la sostenibilidad de estos territorios. Cabe destacar, además, que numerosas granjas se encuentran ligadas a explotaciones agropecuarias y su mantenimiento contribuye a evitar el abandono de parcelas agrícolas, la erosión y la desertificación, reduciendo así la probabilidad de incendios forestales.
En este sentido, muchas instalaciones ganaderas tienen asociadas explotaciones agrícolas, que posiblemente estarían abandonadas si no existiera actividad en estas granjas. Las deyecciones ganaderas de las explotaciones porcinas, tan denostadas en los últimos tiempos, se utilizan como abono orgánico. Esto permite la continuidad de muchas explotaciones agrarias dentro de su ámbito de actuación, dado que obtienen abonos orgánicos a muy bajo coste, incluso a coste cero. Es por esto que este tipo de producción ganadera, al igual que otras, contribuye a la fijación de población en municipios de interior y actúa como claro activador de estas zonas. Esto supone, desde hace décadas, un ejemplo de economía circular en su funcionamiento. De hecho, existen en la actualidad bastantes modelos de entendimiento organizado entre agricultores y ganaderos para la utilización como abono orgánico del purín de porcino.
Sin ir más lejos, como ejemplos de estos modelos de entendimiento organizado, podemos hablar del cultivo de los frutos secos, de los cereales, de la viña y del vino, de los olivos y el aceite, de frutales y de tantos otros cultivos que se abonan y perduran gracias al purín proveniente de las explotaciones porcinas. Son cultivos que se sitúan en las zonas de interior, como claros ejemplos de productos de los que estamos orgullosos en las diferentes zonas agrícolas de nuestro país. No obstante, la publicación del RD 306/2020 de ordenación del sector porcino supone un cambio de paradigma que va a implicar la reconversión del sector. Hay que reducir emisiones y eso va a acelerar muchos cambios en el tratamiento, gestión y valorización de los purines, pero sin duda va a modificar la realidad actual del sector conforme la conocemos.
Font: Agronegocios