Es indiscutible, como ponen reiteradamente de manifiesto los artículos que publica regularmente INTERPORC en este boletín de ÁGORA TOP GAN, que el sector español del porcino de capa blanca es ejemplar y ejemplarizante, en muchos aspectos de su realidad empresarial. De esto, no nos puede caber duda alguna.
Pero, como lo explicaba la semana pasada en mi docencia y lo anuncia el título de la presente nota: “no es oro todo lo que reluce”.
Y no lo es, entre otras razones, porque estamos en España, digan lo que digan los “mentideros oficiales”, inmersos en una clara espiral inflacionaria. Ello ha comportado que muchas de las predicciones que formularon los “voceros del sector”, en el año 2021 acerca del año 2022, hayan resultado erróneas y que el año 2022 ha sido para este sector tremendamente complicado.
En efecto, al sector del porcino de capa blanca, al igual como les está sucediendo a los otros sectores pecuarios de la Unión Europea (U.E. – 27) y, en ella, de España, le está penalizando muy seriamente el importantísimo incremento de los costes (de las materias primas, de la energía, de la mano de obra, etc.). A ello hay que añadir, como veremos, una pérdida, paralela y significativa, de su eficacia productiva.
El resultado final ha sido que en el año 2022 (dispongo de datos reales contrastados), los costes medios de producción reales del cerdo cebado, en base a una contabilidad analítica han oscilado, según la eficiencia y la eficacia de las granjas, entre los 1,52 euros/kg y los 1,59 euros/kg. Por su parte los precios medios de venta, a pie de granja, han sido algo inferiores a 1,50 euros/kg.
Ello significa que, en general, nuestros ganaderos de porcino de capa blanca han perdido un dinero importante en el pasado año (de media unos 3 a 7 cts. de euro/kg vendido, según su nivel de eficacia productiva).
Pero, por otra parte, a este resultado final negativo también ha contribuido el hecho de que el sector ha experimentado un empeoramiento o deterioro, de su realidad sanitaria (a este hecho, demostrable, han contribuido, entre otras cuestiones, la incidencia de cepas más virulentas del PRSS, la retirada del óxido de cinc, un claro menor uso de antibióticos, la retirada, desde el año 2019, de la colestina, etc. etc.).
Lo expuesto ha comportado, especialmente en el Noreste Peninsular, un aumento de la mortalidad (tanto en la fase I, maternidad, como también en la fase II, post – maternidad). Así, en la zona geográfica que comprende Navarra, Aragón y Cataluña, dónde se ubica alrededor del 56 por 100 de la producción del porcino de capa blanca en España, la pérdida de productividad, comparando los años 2019/2020 y el año 2022, se puede cifrar en unos 2,3 a 2,5 cerdos vendidos por cerda y año.
Es verdad que en otras regiones España la pérdida de productividad ha sido significativamente menor (no obstante, si partimos de un censo del orden de 2,5 millones de vientres, las pérdidas, en el pasado año 2022, pueden cifrarse en unos 3,9 a 4,2 millones de cerdos que no han llegado al final de su ciclo productivo); es decir, el descenso 2022 vs.2021 supera el 1,5 por 100.
En definitiva: no hay duda de que el sector, hablando siempre en términos generales, tiene que hacer un esfuerzo importante para reconducir la actual situación porque se trata de un sector pecuario dónde la exportación es absolutamente clave (con un autoabastecimiento que ya supera el 200 por 100) y el mismo, en razón de todo lo expuesto, está perdiendo capacidad competitiva, pudiéndose constatar, una vez más, que “no es oro todo lo que reluce”.
Entiendo que, para empezar y hablando siempre, insisto, en términos globales, se debe incrementar significativamente la bioseguridad, interna y externa, en las granjas (lo cual comporta invertir); es necesario frenar el actual incremento progresivo del gasto en fármacos; es preceptivo mejorar las actuales técnicas de predicción y de prevención de situaciones sanitarias adversas (para ello va a ser fundamental la utilización de la inteligencia artificial y el análisis masivo de datos) y hay que optimizar, aún más si cabe, nuestras estructuras productivas dónde la integración juega un papel clave.
El aumentar constantemente las cotizaciones en la lonjas (ya tenemos la canal por encima de los 2,50 euros/kg) no es la solución porque tiene, a medio plazo, consecuencias significativamente negativas. Por una parte, en el consumo interior; por otra y consecuencia de la primera, se incrementa lógicamente nuestra dependencia de las exportaciones (atención a la evolución de nuestra competitividad); por último, tercera y definitiva, aumenta todavía más la complejidad empresarial del sector.
Pero todo ello no debemos olvidar que España posee la tercera mayor cabaña porcina del Mundo, después de China y de los EE.UU. de América y que somos el segundo mayor exportador mundial detrás de los Estados Unidos.
Por lo tanto: sigamos viendo, mientras se pueda, el vaso medio lleno.
Font: Agora TopGan