Estamos ante una situación muy especial en el sector porcino: los precios del animal vivo son históricamente altos; sin embargo, los márgenes de ganancia económica son muy dispares, con casos donde hay beneficios, pocos, pero en su mayoría se producen pérdidas. Y el principal culpable es la situación sanitaria.
En estos momentos, están en boca de todo el sector los problemas de mortalidad por varios motivos como las cepas de alta virulencia de PRRS, las diarreas posdestete, el aumento de incidencia de casos de disentería, estreptococias y muchos más. En resumen, el estado sanitario de las ganaderías y de las pirámides productivas en general está poniendo al descubierto el elefante que tenemos en nuestras granjas y el sector en general. Por poner la situación en contexto, debemos reconocer que entre todos hemos conseguido un sector profesionalizado y verticalizado, capaz de liderar la industria porcina de Europa. Pero todo lo bueno que hemos llevado a cabo no ha tenido en cuenta los elefantes internos, y ahora solo parece que veamos los problemas en los peligros externos.
El coste del deterioro sanitario
En primer lugar, estos días se ha empezado a analizar el coste aproximado que ha provocado al sector porcino el deterioro sanitario. En las IX Jornadas de SIP Consultors pudimos escuchar que podrían ser cercanos a los 300 millones de euros. Me fascinó ver cómo se hizo el silencio en la sala y ahora me pregunto si ese primer elefante lo vamos a gestionar como se debe. Con una parte de ese dinero que seguro afecta a todo el sector se podrían conseguir muchas cosas. Seguro que se podría invertir en crear equipos sanitarios para hacer análisis más certeros de la situación sanitaria de cada zona y analizar en profundidad los puntos de riesgo de entrada de nuevos patógenos y su diseminación. Se puede invertir en la comunidad científica para que busque soluciones a la medida de nuestra realidad y compatibles con la idiosincrasia del sector porcino de nuestro país.
Un nuevo elefante hace referencia a la inversión en equipos veterinarios propios y ajenos de las empresas. Aquellas que tienen claro que no somos un mal necesario, sino que somos gran parte de la solución, de hecho, la más importante, son las que van a encontrar mejores y más rápidas soluciones a los problemas del sector. La gestión veterinaria es la gran diferencia entre estar en ganancias o pérdidas, ya que en los factores que afectan a la eficiencia, la información fluye de forma rápida y no hay grandes secretos. De hecho, hay pocas diferencias entre empresas. Sin embargo, en la gestión sanitaria sí se observan discrepancias importantes a la hora de entender los problemas.
La culpa siempre es de los otros
Lo que siempre acontece cuando hay problemas de cualquier tipo es culpar a factores externos. En estos momentos, la importación de lechones, por los riesgos que conlleva, se lleva la palma. No voy a ser yo el que diga que no es así. Realmente, sería ideal que no tuviésemos que importar nada, pero ya sabemos que no va a ser así. Pero, de hecho, el sector se ha hecho grande gracias, entre otras acciones, a la importación de lechones.
Por otra parte, si somos grandes exportadores, ¿cómo vamos a cuestionarnos la importación de nada? Lo que debemos hacer es analizar cómo hacemos esa importación y ser sabedores de que toda entrada de animales o de material genético líquido tiene un riesgo. No debe olvidarse que hacemos más de 600.000 movimientos de cerdos hacia nuestro país al año. Debemos analizarlo y controlarlo; ese es el elefante de la granja. Ser conocedores de los riesgos y controlarlos, y cuando se produzca un brote a biocontenerlo para que se disemine los menos posible.
Ser coherentes y realistas
Y para acabar esta primera reflexión del año 2023 seamos coherentes con los elefantes reales que tenemos en las granjas y seamos realistas. La formación del personal de nuestras explotaciones es básica y en estos momentos por suerte se están consolidando iniciativas muy importantes. La mano de obra debe saber en todo momento la importancia de sus acciones y qué puede ocurrir si no se cumplen con las normativas de bioseguridad.
La falta de formación no se puede sustituir por tecnología, que parece que ahora está de moda. Si no entendemos la importancia de que entrar sin cambiar en una granja es una falta grave y que hacerlo una sola vez es muy peligroso, de poco sirve que tengas un sistema de alta tecnología que nos avise.
Los riesgos no son todos de igual importancia y no podemos comparar el riesgo de una visita que se cambie de ropa con el de la recogida de cadáveres. Ambos son muy importantes, pero a veces tengo la sensación de que se cuestiona a las personas que visitamos explotaciones de forma periódica por el hecho de entrar con las gafas o un reloj, y sin embargo el camión que recoge los cadáveres entra libremente por la explotación. Y si no lo hace, no se hace ninguna gestión especial de ese espacio, que se debería considerar como una zona muy peligrosa. O como siempre decimos, pero sigue ocurriendo, la persona específica de reparación que entra con su vehículo y herramientas hasta dentro de la granja sin que nadie le impida el paso y le obligue a ponerse una ropa adecuada.
Analicemos pues en profundidad los verdaderos elefantes que tenemos con la actual situación de deterioro sanitario, conozcamos dónde están los verdaderos peligros, aprendamos de ellos y pongamos los recursos donde sean necesarios. Esperemos que todo esto nos sirva de aprendizaje, que no nos visiten problemas sanitarios con muchas peores consecuencias y sigamos consolidando la posición de liderazgo.
Font: Portal Veterinaria